Evaristo nos recuerda el título de la asignatura en la que estamos trabajando:
Ciudad, Persona y Civilización: la comprensión del mundo contemporáneo
Volver una y otra vez sobre los títulos de los textos que trabajamos, es una operación intelectual de primer orden, que nos permite «recapitular», sintetizar, meditar y encarnar el sentido último del trabajo que estamos haciendo. Igualmente, cuando nos aplicamos a la escritura es importante poner siempre el título de lo que escribimos, y volver continuamente sobre el, rectificándolo, corrigiéndolo, mejorándolo. Así nos vamos aclarando, ya que en el título, cuando es acertado, se concentra la quintaesencia del sentido.
Evaristo escribe sustanciosas y admirables reflexiones sobre los contenidos del capítulo III de La Ciudad Cautiva: El arte del gobierno. Las reproduzco integralmente:
<<A lo largo de los distintos seminarios he ido entendiendo las analogías que utiliza en tantas ocasiones. Es tal mi alegría al ir comprendiéndolas que me he detenido en varias de las que aparecen en este capítulo. No por una mayor comprensión dejan de llamarme la atención:
– En el pensamiento clásico tanto la teoría del gobierno como la política es abordada analógicamente: Fundamental similitud entre sociedad, cosmos y hombre. Las tres tienen una misma estructura, dinámica y leyes. El gobierno de los tres es análogo. Debido al carácter analógico del pensamiento antiguo hay que reconocer la universalidad de la función de gobierno que actúa en la triple dimensión: cosmos-hombre-sociedad.
- Analogía entre las virtudes cardinales y las cuatro puertas de la ciudad. Analogía entre la doctrina de los Cinco Agentes con los cuatro puntos cardinales y la de las Cinco Vísceras. A cada uno de los cinco agentes-visceras están asociadas indefinidas correspondencias analógicas.
La virtud y los demonios. El buen gobernante opta por la virtud. Es muy interesante la transmutación de los aspectos maléficos y desordenados (demonios) en el propio genio de cada hombre. Y aún más interesante, que esta doctrina sea igual para la cultura grecorromana, el confucionismo, el sintoísmo, etc.
- La universalidad de la formación del gobernante: la motivación correcta, el señorío, la Retórica, el conocerse a sí mismo, la dialéctica. Esta formación es universal, así lo entienden griegos y romanos, los hombres del Renacimiento, la Bildung, el bushido japonés (formación de los samuráis) el Tao-Tö del cconfucionismo chino.>>
Hasta aquí la primera parte de los comentarios de Evaristo, de los que todos mucho podemos aprender.
Naiara escribe un hermoso resumen-comentario-de-lectura lleno de matices, que merece ser leído con atención. Lo reproduzco entero bajo el título que ella le ha puesto:
EL ARTE DEL GOBIERNO: EL REINADO REAL
En estos momentos donde todo se transforma de forma tan rápida, tomamos un tiempo, una pausa, para detenernos a mirar desde una perspectiva filosófica en qué consiste el “Arte del Gobierno”. Tal vez, mirando para atrás podamos construir lo nuevo que está por ser creado. Necesitamos redescubrir en qué consiste el “arte de gobernar”, y para ello se propone recorrer la memoria de esta humanidad y acudir a autores clásicos. El pensamiento clásico analiza la Teoría del Gobierno desde un punto de vista analógico: donde el símbolo, la metáfora, revelan y desvelan aquello a lo que la palabra a veces no llega. Desde esta perspectiva analógica kosmos, sociedad, hombre forman una trilogía de múltiples direcciones y dimensiones, donde cada una integra a las otras, y todas están contenidas en lo mismo.Hablan los antiguos de que el primer Gobierno es el Gobierno del Universo, y que el arte de gobernar comienza gobernándose uno a sí mismo.
Tomando como guía De la realeza, texto del filósofo clásico Dión, jugamos con la ciencia del buen gobierno. Dión nos abre la puerta para mirar la Realeza desde la perspectiva de la filosofía. Nos propone el estudio de la realeza como símbolo de la dignidad esencial humana. En este texto descubrimos que la persona humana es el lugar por excelencia de todas las transformaciones sociales, y que no hay lugar más importante que el hombre mismo. Nos coronamos Reyes, cada uno de nosotros, cuando estamos ocupando nuestro lugar, nuestro centro-origen, que nos hace vibrar en armonía y poder; cuando permitimos Ser la manifestación del Gobierno Sideral. El arte del gobierno comienza en el arte de gobernarse a uno mismo. Gobernar la propia interioridad para manifestarse en lo exterior. De lo más cercano vamos a lo más lejano. ¿Qué es lo que nos hace reyes? Es la virtud. El haber optado por la virtud, desarrollando la fuerza interior, lo que nos permite habitar a cada uno en nuestro palacio real, en ese centro de nuestro Ser, que se convierte en reflejo de esa otra realidad-dimensión kósmika aquí en la Tierra.
Hay 3 fuerzas que, según parece, tienen a los seres humanos ocupados en la batalla por el camino de Ser Libres: dinero, sexo y poder. Nuestra relación con cada uno de estos temas es lo que nos encadena o nos da la posibilidad de transmutar las emociones, acciones, pensamientos más densos en enchufes de luz, de transformación, de fuerza para lo nuevo. O nos hacemos esclavos de ellos, o nos dan la libertad para atender a las necesidades del alma. Desarrollando la virtud , el cultivo de la fuerza interior, SERÁ REY QUIEN SEA SIERVO DE SU ALMA.
Se trata de la transmutación del miedo en amor, la transformación de la destrucción en creación. La transformación de los demonios en virtudes. Quien se domina a sí mismo es capaz de organizar en una colectividad más amplia . Y subrayamos el en, porque es dentro de un grupo, de un sistema, de una organización, donde reina la reina.
Sobre la importancia de la amistad en el «arte del gobierno», Evaristo aporta lo siguiente:
<<(…tú eres mi hermano del alma realmente el amigo, que en cada momento y jornada está siempre conmigo. Canción de Roberto Carlos)
Me han gustado especialmente las consideraciones sobre la amistad, que está por encima del parentesco de la sangre. Para un gobernante es la más bella de sus posesiones, su única riqueza imprescindible. El gobernante ha de aventajar a todo el mundo en amor y amistad. Cuanto más fuerte sean los amigos, más fuerte es uno mismo. Sin amistad ni tan sólo es seguro vivir en paz. Amistad es salir de la torre de marfil en la que cada uno nos encerramos, la amistad ha de llegar hasta la última consecuencia: la comunicación de los sentimientos.>>
Naiara: La única riqueza imprescindible que el rey tiene es la amistad. Para todo gobernante: “la más bella y sagrada de todas sus posesiones”. La fidelidad de los amigos es la base del poder regio. La amistad es una de las cosas que más ayudan al hombre a ser bueno y a hacer buenas las propias acciones. La amistad se basa, en primer lugar, en la virtud: “cuantos más fuertes amigos tenga uno, tanto más fuerte será uno mismo”. El disfrute de los placeres en soledad no se puede calificar como auténtico disfrute.
Diálogo (construido) entre Raquel (a quien hay que felicitar por el progreso…) y J.O.P.:
R.: La lectura de este tercer capítulo de LCC ha significado para mí un paso hacia delante en la conformación de un modelo de ciudad, que si bien hoy no es posible transmitir como tal, debe ser estructurado de nuevo como parte del nuevo renacimiento. El cambio social y el mejoramiento de la cosa pública son una cuestión de virtud y autoconocimiento individual. La gobernanza, por su parte, debe ser ejercida con autoridad sobre la comunidad, colaborando a que los ciudadanos se identifiquen con la comunidad y con el bien común. Es aquí donde el poder legítimo y la autoridad moral se hacen una, para poder actuar como palanca de cambio social.
Comparto la idea de que la monarquía, en sentido clásico, es la más perfecta forma de gobierno y, por ello, el modelo filosófico más interesante para entender la gobernanza en los diferentes ámbitos. Comparto también, con cierto deleite, la idea de que cada uno de los ciudadanos es un rey y como tal se debe regir a sí mismo. Considero que éste es un punto importante de reflexión dentro de la teoría política y de la praxis socio-comunitaria.
Otro eje sobre el que pivota la construcción de la comunidad aparece en la página 177 en el diagrama de los niveles de poder y su transformación gracias a la virtud, el sol y el genio. La consecución de las virtudes cardinales será entonces la máxima aspiración de la ciudad y de los ciudadanos.>>
J.O.: De acuerdo, pero en el próximo capítulo eso lo vamos a matizar, porque la virtud en realidad es un medio. El fin de la política es ayudar a que la ciudadanía recupere el “estado primordial”, que es aquella “imagen y semejanza” que nos devuelve a nuestra identidad verdadera (el “seno de Abraham”, la “convivencia con Dios”, la “Alianza Eterna”, la “habitación en la Ciudad de Paraíso”, la “Jerusalén Celestial”, el Nirvana, etc.). Este estado primordial y natural de toda persona es algo mucho más amplio, ilimitado, entero y gozoso, que la virtud generada, cultivada y empleada para poder alcanzarlo. La virtud es necesria para ir desprendiéndonos de las costras, adherencias y prejuicios que corrientemente nos impiden reconocer y gozar nuestra Identidad Verdadera: la Persona.
Aprovecho aquí para recalcar otra vez –a propósito del término “individual”, tal como lo utilizas en el primer párrafo- la importancia de poder distinguir entre lo personal y lo individual, tal como lo estamos aprendiendo imitando en ello a los clásicos. Lo individual lo reservamos para lo que tiene forma (sea esa material o virtual, mental, emocional, invisible, etc); lo personal (nuestra dimensión-Persona) para todo lo que está más allá de la forma (Conciencia, Ser, Amor, Beatitud, etc), que ya no está individualizado, y que es lo verdaderamente Universal y Divino. Eso último se representa por el punto central del mandala, y lo individual, por el “caparazón”periférico y circular que envuelve el núcleo, que contiene la Esencia Universal: la que siempre estamos siendo, aunque no nos demos cuenta.
Raquel y Tatiana se interesan de una manera especial la frase:
“La información sin formación no es auténtica educación, ni auténtica cultura, bien al contrario, es un peligro, puesto que da poder a formas de conciencia y de conducta que están fuera de control” (Pág.187). Tatiana añade que << para poder gobernar es fundamental e imprescindible tener conocimiento de uno mismo. El desconocimiento de sí, o el mal uso de la propia conciencia, nos conduce a una concepción equivocada de la persona y de la ciudad, desde la cual nos corrompemos y corrompemos a los demás, convirtiéndose en lo contrario la verdad que pretendemos transmitir.>> Y Raquel escribe:<<Me gustaría profundizar en este aspecto de la sociología, para entender mejor la realidad actual.>>
J.O.: Sobre este punto han insistido los sabios de todo tiempo y lugar, entre ellos, José Ortega y Gasset, cuya Rebelión de las masas es un libro de gran actualidad. La información es poder, y el poder es peligroso si no va precedido (si no está presidido) por la autoridad. (De eso trataremos más en profundidad en los siguientes capítulos de LCC. ) Cuando eso falla entonces caemos en estados de barbarie. Así califica Ortega las situaciones frecuentes en la sociedad moderna (que él caracteriza como “sociedad de masas”) donde los individuos, harto informados y muy mal formados, se creen que tienen derecho a todo y ninguna obligación. Considera especialmente dañina la “barbarie del especialista” en la que frecuentemente cae la mentalida científica (médica, ingenieril, economista, politológica, biológica, etc) cuando utiliza su gran poder tecnológico habiendo perdido la conexión con el intelecto-corazón. Entonces el saber produce (además de ventajas) mucha violencia y dolor, como ocurre a consecuencia de buena parte de las proezas tecnológico-científicas de nuestro tiempo, puestas tantas veces en manos de la inconsciencia y la maldad (armas sofisticadas, energía atómica, ingeniería embrionaria y microbiológica, manipulación positivista de la legislación, etc) . La mayoría de grandes peligros de destrucción masiva y disolución, que amenazan la sociedad de nuestros días, vienen de este desequilibrio entre información (poder) y formación (comprensión y contacto directo con la Verdad de forma empática, intuitiva y supra-lógica). El trabajo que estamos haciendo en este curso es recordar que la política es una ciencia/arte para desarrollar este aspecto formativo hoy tan olvidado. Nuestros ancestros, los que nos han precedido en el camino, lo llaman paideia, arte real, humanitas.
R.: Éste será un tema a tratar en mi trabajo de investigación. Cómo, porqué hemos llegado hasta aquí, y qué podemos o qué debemos hacer para volver a tener el control de una manera regia.
Reproduzco a continuación este excelente resumen realizado por Gemma de los principios del buen gobierno, según la doctrina sociopolítica tradicional, que estamos estudiando:
- Los tres tipos de gobierno tradicionales pueden tomar formas de corrupción de tal modo que el buen gobierno se puede transformar en desgobierno, cuando el rey o la persona designada a gobernar no sea capaz de dominar en si mismo sus demonios malévolos (dinero, ambición y sexo) dejándose poseer desatendiendo de este modo a su alma.
- Los demonios malévolos los podemos convertir en fuerzas benéficas en base al cultivo de la virtud y la fuerza interior. Esta transformación se realiza mediante el desarrollo de las cuatro virtudes cardinales (prudencia, fortaleza, templanza y justicia) que, a la vez, se presentan de forma simbólica en la ciudad prototípica.
- La virtud hace bueno al hombre y buenas sus acciones, clave primordial para obtener la eficacia de un buen gobierno de la ciudad y por extensión en el cosmos. Para poder gobernar, el pensar bien y saber expresarlo de una forma convincente de lo que sería o no conveniente hacer, es fundamental. De aquí que la dialéctica sea el método filosófico por excelencia ya que por ella captamos a través de los símbolos, lo simbolizado, poniéndonos en contacto con la verdad, encaminados al conocimiento en sí mismo y a la recuperación de la dignidad original del ser humano.
- Compartido por todos los pueblos antiguos aparece el sentido filosófico del heroísmo y con él la teoría del genio donde el conocimiento del poder es parte del conocimiento de Dios. El héroe posee una crianza divina que deriva de la conexión del hombre con Dios, quien ejerce sobre el héroe la tutela, y donde Dios es fuente de todo poder.
- La creatividad como fuente positiva del poder es la fuente de todo auténtico gobierno y orden político. De hecho, el gobierno empieza por sí mismo ya que uno no puede gobernar sin saber gobernarse. El gobernante ha de ser fiel, piadoso, pobre y al servicio del bien común sabiéndose administrador del poder Divino.
Añadiduras de J.O.P a este resumen de Gemma … dos cosas:
I. Creo, respecto al último punto, que la creatividad es más bien la principal manifestación del poder. El origen del mismo está más bien en nuestra capacidad de recibir, aceptar y dejarnos ayudar por la energía del Espíritu siempre fluyendo en nosotros inagotable…
II. Como apostilla, a la última línea, escribo
Una reflexión sobre la “pobreza”,
de la cual debe hacer gala todo buen líder o gobernante.
He utilizado en el cap. III de LCC, quizá demasiado precipitadamente, el término “pobreza”, hoy tan incomprendido como su contraparte la “riqueza”. Me parece más correcto referirnos a la necesidad del desprendimiento, o desapego: el “no-aferramiento” a la forma en general, a las formas materiales en particular, a las posesiones, propiedades, al dinero. He aquí la verdadera “pobreza” que necesita todo gobernante para realizar de modo justo y eficaz la función que tiene encomendada. Platón en la República lo teoriza con la chocante doctrina del “comunismo”, que según parece podía sintonizar en cierto modo con el sistema que Licurgo aplicó a la organización de la clase dirigente de Esparta. Pero, hay que fijarse bien en que consiste ese “comunismo” tradicional, que el personaje-Sócrates con su exagerado discurso intenta dar a comprender. Los “guardianes de la ciudad”, que son los gobernantes (la nobleza, los líderes, los” guerreros”, los caballeros, los dirigentes, la casta de los kshatriya, los “reyes”, etc) son quienes deben practicar el comunismo. No, en cambio, el resto de la sociedad, y menos que nadie el Tercer Estado (comerciantes, industriales, estamentos económicos y empresariales) que necesita precisamente de la riqueza como instrumento de trabajo, y que tiene como cometido producir y distribuir los medios de subsistencia para todos. Se trata, por lo tanto de un comunismo de clase (o mejor, de casta), no aplicable a toda la sociedad, tal como lo quisieron entender los revolucionarios rusos y los igualitaristas y “niveladores” franceses e ingleses que los precedieron. Para nosotros, filósofos, es mucho mejor entender que se trata de un comunismo en sentido simbólico (no literalmente aplicable en el plano de la acción social ni en las instituciones).
Creo que en este comunismo aristocrático, que es el verdadero, la cuestión sorprendente de que los padres ni tan siquiera deben convivir con sus hijos -al estilo familiar que nosotros conocemos- eso debe entenderse sobre todo en sentido simbólico (al igual que el desapego a la riqueza en general). La no-posesión de los hijos se refiere, por supuesto, a la necesidad de “engendrar sin poseer” que recomienda Lao Tsé a todo progenitor y en general a todo creador con respecto a su obra. Es algo lógico, si se medita un poco en el bien del hijo y en la buena dinámica y economía de toda forma de creatividad.
Así las cosas, debemos pues comprender bien esta exigencia de “pobreza” que nos cualifica a todos para poder mandar bien (coordinar, dirigir, etc) a los demás, cada vez que nos toca hacerlo. En el buen gobierno la acción es siempre un servicio en aras del bien común. La posesión de bienes con apego (aferramiento psicológico, dependencia identitaria, etc) es el gran obstáculo a la eficacia en la fluidez, la disponibilidad y el goce del Bien Común (que es el Bien del Alma). Entendiendo bien esta idea nos libramos del pauperismo corriente en muchas formas pseudo-religiosas, pseudo-franciscanas, populistas, obreristas, moralistas, etc, en las que continuamente caemos, al hacer de la pobreza en sentido literal un valor absoluto: valor que es la contraparte de considerar la riqueza material como algo unilateralmente bueno, y como la principal forma de riqueza. El gobernante, por lo tanto, puede ser rico en el sentido corriente, y mejor que lo sea, siempre y cuando desempeñe bien el papel de administrador del bien común, siendo «guardián de la Ciudad», y dejando de identificarse como propietario de algo…
Catherine escribe:
Me gustan las ideas que expone en su libro, y que son un buen resumen de lo que debe ser un buen líder (…): práctica de las virtudes, formación, correcta motivación, auténtica retórica, saber asumir el poder, etc. ¡Es todo un programa!
Tatiana escribe:
«El dinero, el sexo y el poder son tres auténticos dictadores, los cuales dominan a la masa de los individuos»: Dión los llama “demonios”, y considero muy acertada dicha similitud pues estos tres vicios o impulsos son los que pervierten al hombre dentro de la sociedad, y lo hacen esclavo (…) pues, una vez probados estos vicios, automáticamente se ve impulsado a conseguir más, buscando saciar su espíritu con algo que no puede llenarlo, sino que por el contrario lo vacía. Y corromperse la persona conlleva de manera incontrolada la corrosión de la sociedad.
«El arte de la transformación de los demonios en fuerzas benéficas, en genios positivos, es algo que puede realizarse gracias al desarrollo de la virtud, que significa el cultivo de la fuerza interior«: Los demonios (dinero, sexo y poder) son formas como el poder <en sentido general> se manifiesta de manera natural y espontánea, si bien éstos pueden transformarse en algo benéfico para el hombre a través de la virtud. Pero la virtud no funciona de manera automática: necesita de nuestro esfuerzo y nuestra constancia, debemos trabajarla. De este modo, podemos conseguir que las buenas acciones nos transformen…
Diálogo (construido) de Beatriz con J.O.P.:
B.: El dinero, el sexo y el poder, realmente son los grandes demonios de TODOS los tiempos, la gente se convierte en verdaderos esclavos y vende su libertad por tener y tener y no es capaz de disfrutar del goce de lo simple y sencillo, creo que los verdaderamente libres son los que viven con poco y ni se cuestionan el tener o no, lo importante es el ser. (…) La idea de que el cambio viene del individuo, la relaciono con el valor del esfuerzo (tema de mi investigación), lo cual me lleva a pensar que el principal input de cambio debe partir de uno mismo.
J.O.: Aquí solamente hay que matizar -para acordarnos en una terminología común- que el cambio en realidad viene de la PERSONA, la cual, como hemos explicado, trasciende completamente nuestra realidad limitada como individuos. No se trata pr tanto de un cambio meramente psicológico (nivel individual) sino de una transformación de nuestro ser, reconectándonos con la persona que realmente somos (nivel universal).
B.: La realeza como símbolo de la dignidad esencial del hombre (…) significa que todos la tenemos en mayor o menor medida…
J.O.: Lo que nos hace reyes es la participación en lo Universal, eso que llamamos «ser persona», lo cual está simbolizado por la corona, una especie de embudo abierto hacia el cielo que colocamos sobre la cabeza, fabricándolo con los mejores metales, adornándolo con las joyas más valiosas y rodeándolo de rayos de luz. La corona es un receptáculo que nos permite captar, transmitir y ejercer la soberanía…que nos viene dada desde «arriba».
B.: Al hecho de que el hombre-microcosmos está hecho a imagen del macrocosmos, asocio la idea de que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios: micro y macro están uno incluido en el otro.
J.O.: Correcto: ser persona es ser conforme a la imagen y recuperar la semejanza.
Daniel escribe:
Mediante la lectura atenta del texto he descubierto la teoría imperial y teocrática, “De la realeza” de Dión de Prusa y (…) el simbolismo del Sol como agente real. He conseguido conectar esta teoría con el pensamiento oriental, a través de la doctrina de los Cinco Agentes de la Naturaleza (Wu-hsing) y la he fijado gracias al diagrama mandálico. (…) Me he interesado por la dialéctica y el arte regia, como formación para el perfeccionamiento moral de los políticos, especialmente el punto referido al autoconocimiento, ese “conócete a ti mismo” (γνωθι σεαυτόν), ingeniosa sugerencia que nos invita a descubrir nuestro potencial oculto y aspirar a ser mejores.
J.O.: Tu comentario denota un excelente trabajo. Déjame recordar tan sólo que, siguiendo la doctrina tradicional, “políticos” somos todos nosotros: los que nos interesamos por este tipo de temas y por el cultivo, que conllevan, de la polis interior/exterior, que cada uno tiene a su cargo. Así se aclara también la pregunta de Beatriz <<¿cómo exigir que nuestros dirigentes estén bien formados>> ya que nuestro principal dirigente es la mente que nos gobierna con los pensamientos, proyectos de acción y decisiones que tomamos (o no tomamos) a lo largo del día; nos gobierna con la ayuda de la emoción, que es la energía que mueve el cuerpo. Este conjunto de mente-emoción es el principal dirigente, y está en cada uno de nosotros. Sólo en uno mismo lo podemos formar y transformar. Cómo? Cinvirtiéndolo en un buen soberano, siguiendo el simbolismo regio más arriba apuntado. A partir de la soberanía reconocida en uno mismo, podemos ver con claridad como podemos ayudar o mejorar a los demás dirigentes de nuestro país y de nuestro entorno, si es que tenemos medios y capacidad para poder hacerlo. En todo caso, la oración es el poder transformador más grande de que dispone el ser humano para este tipo de menesteres: es una herramienta política de primera importancia, que interesa recuperar y aprender a practicar bien. Y no es fácil, porque no basta con decir lo que se desea: hay que sentirlo realmente, gozando ya de la transformación efectiva de «nuestros dirigentes» como algo obtenido y realmente existente en este otro plano de realidad que aprendemos a reconocer bajo el nombre de «ciudad sagrada», «Jerusalén celestial», «Paraíso», etc. En el próximo capítulo abundaremos en este tema.
Pablo dice que ha disfrutado leyendo el capítulo y escribe entre otras acertadas reflexiones:
<<En la vida es muy importante conocerse a sí mismo para poder dominar los impulsos. Y es mediante las virtudes y su entrenamiento donde el ser humano crece, se domina, se sabe regir (…)Por tanto la virtud es la clave del buen gobierno, (…) también (…) la amistad basada en la virtud, (…) así como (…) tener una buena consejera y colaboradora por esposa…>>
En cuanto a la dialéctica, Gemma pregunta: «dialéctica es lo mismo que diálogo?»
J.O.: Dialéctica es el arte del diálogo. Ambos términos se pueden entender en sentido vulgar, o corriente; y, en sentido platónico («leer a través» mediante la comprensión del lenguaje analógico), un sentido verdaderamente iluminador y casi completamente olvidado, aun por la mayoría de estudiosos, que siempre caen en el sentido vulgar, tal como lo explico en el capítulo III que estamos trabajando.
Sergi aporta (entre otras muchas cosas):
<<Una reflexió relacionada al món casteller. El lema dels castellers és: força, equilibri, valor i seny. Es diu que amb aquestes 4 virtuts es poden descarregar els castells. Té moltes similituds amb les virtuts cardinals. Força – Temprança, Equilibri – justícia, Valor – fortalesa i seny – prudència.>>
REFLEXIONES CLASICO-TRADICIONALES
SOBRE LA DEMOCRACIA
Nuestra reflexión -no sistemática- sobre este punto que tanto interés despierta en nuestro tiempo, y que sólo de pasada tratamos en el Capítulo III de La Ciudad Cautiva: el arte del gobierno, arranca de una pregunta de Sergi:
<<Perquè durant els nostres temps els millors no estan en el govern?>>
La pregunta tiene trampa porque implica una asunción discutible. Podríamos pensar que, en general, sí están en el gobierno. Pero no me interesa entrar en esa discusión. Considero mejor preguntar ¿a quiénes consideramos «los mejores» en cuestión de gobierno?. El capítulo que estamos estudiante nos ayuda a plantear correctamente esta pregunta con ayuda del pensamiento clásico tradicional. Sobre todo nos lleva a asumir cada uno de nosotros el papel gobernante que nos toca, en el nivel que nos toca. Entonces, es obvio que no a todos nos toca «gobernar» al mismo nivel de responsabilidad y amplitud. Pero también es obvio que todo profesional desempeña en cierta medida «funciones de gobierno» (mando, decisión o influencia sobre personas). Desempeñarlas bien, es entonces el principal asunto de la ciencia política que estamos considerando. Y desde este punto de vista ya evitamos de entrada asunciones demasiado generales como la que Sergi presupone en su pregunta.
En esta misma línea Joan escribe:
<<Cuando uno lee el capítulo dedicado al (buen) gobierno resulta inevitable establecer comparaciones con las formas de gobierno que vivimos actualmente, marcadas por la corrupción y la falta absoluta de cualquiera de las cuatro virtudes cardinales.>>
J.O.: En la vida corriente todos nos podemos reconocer en algun momento formulando ese tipo de comentarios, pero en un curso de máster como el que tenemos entre manos nos interesa profundizar más, usando de nuestro método, la dialéctica. Es verdad que las formas democráticas que se intenta aplicar en la modernidad están marcadas por la corrupción. Por ello, siguiendo la teoría clásica, hemos de reconocer que en países como el nuestro nos hallamos en una combinación democracia/demagogia, en la cual toda la gracia está en inclinar el fiel de la balanza lo más posible hacia el primer platillo. Entonces, podemos reconocer que la falta de las virtudes cardinales en la actual acción de nuestros dirigentes (en los cuales nos incluimos cada uno de nosotros en distinto rango y grado, puesto que estamos precisamente aprendiendo a reconocer que, en realidad, todos ordenamos/desordenamos continuamente la polis, con lo que pensamos-sentimos-hacemos) no es absoluta, ya que cuando un país se acerca a eso último las estructuras e instituciones del Estado se rompen, se disuelven, y hasta llegan a desaparecer. Se entra entonces en esta gama de situaciones que son la guerra «civil» y los tipos aún peores de violencia generalizada, bandosidades, y caos entre distintos grupos de delincuentes y contradelincuentes armados arrasando con las poblaciones. Nuestro país y la Europa Occidental se mantienen hoy en gran parte y por fortuna al margen de este tipo de fenomenología, la cual está afectando buena parte de países en África y Asia. Es decir, que si en nuestro país, y en los más cercanos y afines, todavía existe cierto orden que nos permite formas de convivencia pacífica y resquicios de vida comunitaria, eso es porque -a pesar de todo- sigue estando viva y latente la estructura y la dinámica interna de la Polis, con las cuatro virtudes que la protegen en cada una de las cuatro puertas, con la «economía graciosa» de los beneficios activada, y con el «altar central» del bien común, visitado todavía por una apreciable cantidad de ciudadanos y/o dirigentes, que allí se acercan cada día a «sacrificar» («hacer sagradas las cosas») y recibir este tipo de «fuego» y de «alimentos del alma» que nos mantienen en vida como personas, y nos vinculan unos a otros con lazos de comprensión y afecto.
El sentido exageradamente negativo que acostumbramos a imputar a los actuales políticos de nuestras tierras, viene en parte del énfasis comercial que los medios de comunicación ponen en los casos de corrupción, violencia e injusticia. Entre los poderes del Estado democrático, éste que llamamos el «cuarto poder» (los medios de comunicación, conformadores de la «opinión pública» y la manipulación de masas) no es precisamente el menos vulnerable a la corrupción. Y precisamente, el énfasis en lo negativo de los demás es uno de los rasgos característicos de la «ciudad cautiva», donde los ciudadanos perdemos nuestra fuerza y libertad originales.
En este sentido, conviene recordar -desde el punto de vista clásico-tradicional, que estamos aprendiendo a incorporar a nuestra forma de pensamiento– la verdadera doctrina sobre la democracia. Este tipo de régimen, que es el tercero, tiene como principal característica que nos ofrece a todos participar directamente en la cosa pública. Todo derecho reconocido implica inmediatamente un deber. Debemos pues contribuir cada día en la medida de nuestras fuerzas, capacidades y vocación, a la ordenación de la cosa pública. Si vemos que algún dirigente falla en su función, quizá nos toca a nosotros sustituirle en el cargo, y entonces debemos trabajar para ello con los dispositivos que este tipo de régimen ofrece (expresión y divulgación de opiniones, asociación, praxis partidista, praxis pública, ejercicio de cargo representativo, etc.). Si no podemos, no sabemos, o no nos toca -tras cerciorarnos de ello- debemos contribuir a la cosa pública por otros medios que estén a nuestro alcance (acción cívica, profesional o familiar) y evitar por todos los medios divulgar negatividades (reales o imaginadas), apostando por la verdadera participación política: el arte regio que estamos aprendiendo en este curso.
En todo caso, la participación democrática es a través de la creatividad de cada uno en el día a día de la polis. También la participación democrática se corrompe continuamente, sin darnos cuenta. Entonces se convierte en una «participación demagógica»: nos olvidamos del bien común, de nuestra dignidad humana y ciudadana, y empezamos a quejarnos entrando en la dinámica de los rumores y las suposiciones, que es el entramado de negatividades que conforma la «ciudad cautiva»…contribuyendo con ello-aunque sea inconscientemente- a la disolución de la comunidad política. Una de las formas más usuales de la demagogia en nuestros Estados ocurre cuando pensamos que la democracia se basa simplemente en ir a votar entre la raquítica oferta de productos que ofrece el escenario político de nuestro tiempo y lugar. Desde esa visión nos convertimos realmente en el «hombre masa» y nuestras capacidades de participación ( o creatividad) quedan casi totalmente inhibidas. La democracia es para ciudadanos libres y responsables, no para esclavos. Implica mucho más que el ir a votar optando por alguna de las promesas de futuro o por los desiderata que son los programas que anuncian los «representantes» candidatos a cargo público. Incluso en los casos en que uno no vea más salida que la reclusión al ámbito familiar y privado, entonces hay que rezar por los gobernantes, mandándoles buenos pensamientos, ánimo, rayos de luz y energía benéfica eficaz y transformadora (en el sentido de la «economía del alma» estudiada en el cap. II, a prpósito de Séneca y los beneficios), puesto que -a pesar de los pesares- ellos son los que están en posición de ejercer aquellas funciones públicas indispensables que nosotros preferimos no desempeñar. Lo queramos o no, somos parte del Estado y de las actuales formas que toma la política.
En cuanto a la cuestión de la democracia como el modelo menos malo de los regímenes posibles, no es tan fácil de captarla como parece aprimera vista. Sergi y Beatriz se han interesado por esta idea, ella con cierta tristeza «por que tener que conformarnos con algo tan deficiente…»
En primer lugar, tengamos en cuenta que enfocar el escenario político exterior, el de la sociedad en que vivimos, propio de nuestro tiempo, etc, significa ponerse en los márgenes de la teoría sociopolítica fundamental que estamos aprendiendo, e interesarse por una cuestión menor, en la que bien poco podemos hacer la mayoría de nosotros. La doctrina política clásica-tradicional es un verdadero modelo del mundo que nunca ha dejado de funcionar, en distintos niveles y escalas, que van del macro al micro, donde podemos aplicarla de cara a comprender/transformar. Entonces, recordemos que la monarquía y la aristocracia, siendo los regímenes (o formas de gobierno) mejores, están perfectamente activados hoy día en innumerables aspectos de nuestra vida individual y colectiva, siempre que recordemos el valor primordialmente universal y simbólico de los conceptos que manejamos. Allí donde se producen mejoras en la vida colectiva, obras hermosas, prácticas útiles y beneficiosas, buena vida en común, valores vivenciados y compartidos, etc, allí están en acción formas de «monarquía» y de «aristocracia», es decir, presencia e influencia de personas que son capaces de actuar como auténticos líderes y dinamizadores, como auténticos soberanos al servicio del bien común, guiados por la luz y el amor. Hay cantidad de ejemplos, y no estaríamos vivos aquí y ahora sin este tipo de eficacia, creatividad y goce, que nos viene del obrar a través de estas formas superiores (las cuales también actúan, aunque sea de forma underground, en todo «sistema político democrático» que más o menos siga funcionando. Funcionan paralelamente a él, dentro de él y fuera de él). Que hoy el arquetipo «monarquía» y el arquetipo «aristocracia» no tengan apenas una plasmación institucional en el escenario político de nuestros Estados, es una cuestión relativamente secundaria. Siguen estando entreverados y, sin ellos, la democracia sería imposible, ya que en la realidad concreta van siempre juntos los tres tipos que teóricamente distinguimos. Esa imbricación real y concreta de los tres tipos, está explicada en el III capítulo de LCC, al que remito.
Cuando la corrupción abunda, y llega hasta afectar a buena parte de la clase dirigente, entonces las formas monárquicas y aristocráticas, al intentar ser aplicardas, se convierten en las contrarias, a saber, la «tiranía» (equivalente a lo que hoy llamamos «dictadura», «despotismo», etc) y la «oligarquía» (eqivalente a los grupos de presión, camarillas, mafias, redes y grupos de todo tipo dentro y fuera de lo oficial, etc). Y como que -tal como dice el adagio escolástico- corruptio optimi, pessimum, entonces es mejor adoptar la democracia como régimen institucional, porque, aunque sujeta continuamente a corrupción (al caer en la demagogia: como p.e. en formas de manipulación apoyándose en la mayoría, a la que se adula; en el despotismo de la mayoría frente a las minorías; utilizando con astucia las leyes y el sistema paraperseguir intereses particulares; embaucando a la población con pseudo-informaciones, o ilusionismo estadístico; consiguiendo con astucia la promulgación de leyes injustas, etc.), es menos peligrosa que los otros dos sistemas, cuando son usados por gente no cualificada o por malvados. Un platónico asiático del siglo IX, Alfarabi, dice que la democracia es comparable a un queso de gruyère, donde siempre puedes encontrar agujueros de libertad, en medio de la densa masa compacta.
Catherine
<<He estudiado derecho, pero no he estudiado nunca la política. Este capítulo me abrió la puerta para profundizar en conceptos que nunca había considerado: monarquía, democracia, demagogia, tiranía, etc. Para mi, la demagogia, no era otra cosa que la oratoria que atrae a los demás hacía sus propios argumentos a través de falacias. Pasa mucho en política, pero ahora entiendo que es también un sistema político.
J.O.: Habrás comprendido por todo lo dicho más arriba, que la demagogia no es un sistema (ya que no funciona por sí sola), antes la corrupción del sistema democrático. La corrupción, tal como se explica en el capítulo que has leído, viene al ovidarse del bien común y perseguir intereses particulares. En el caso de la democracia, lo más frecuente es utilizar el pensar y el sentir de la mayoría para no tener en cuenta (no escuchar, querer eliminar, etc) a las minorías. Si a eso se une que la mayoría es manipulable (y más en la sociedad de masas, tal como lo han explicado los psico-sociólogos y pensadores del s. XX), entondes podemos comprender los ámbitos de la praxis política que quedan más expuestos a la corrupción.
C.: ¿Puede una democracia no caer en la demagogia?
J.O.: Claro que puede! Pero eso siempre será por la virtud de quienes en ella ejercen las funciones de gobierno y control; no por ninguna clase de «virtud mecánica del mismo sistema». Los sistemas (regímenes o tipos de gobierno), a parte del rango numérico (y por tanto cosmológico) que los distingue, no son buenos ni malos, en el sentido que podemos ser buenos y malos los seres humanos, y buenas y malas nuestras acciones.
Beatriz.: ¿cómo exigir que nuestros dirigentes estén bien formados?
J.O.: Esta contundente pregunta de Beatriz, ya formulada más arriba, sintetiza el sentir de muchos de nosotros. Llama la atención lo de «exigir». Cómo hacerlo?…Desde la visión corriente y masificada de la democracia (o más bien en este caso, demagogia), la respuesta es: «a través del voto». Pero claro, eso es insuficiente, porque es cada x años y, sobre todo, porque en el actual sistema (en este punto, un sistema demagógico) no se exigen responsabilidades a los electos, los cuales permanecen siempre camuflados en el semi-anonimato de las listas. Entonces hay que cambiar el procedimiento y aplicar un sistema responsable, con lisas abiertas, etc. Sobre ello mucho se habla y muchos están de acuerdo. Entonces, ¿por qué no se cambia el sistema de elección? ¿Es demasiado difícil? ¿Cómo hacerlo? ¿Puedo yo hacer algo en este sentido? ¿Me toca intervenir en este punto y trabajar en esta dirección para conseguirlo? ¿Hay otros pasos previos que deben darse primero?
Estos ejemplos de interrogación, bien desarrollados por cadauno según la guía de las propias luces, han de conducirnos a superar el síndrome irritado-descalificador-victimista que se apodera de nosotros y nos sumerge en la «ciudad cautiva» cuando se suscita este tipo de cuestiones, tal como nos ocurre al leer este tercer capítulo de LCC sobre el Arte del buen gobierno.
Cuando los «problemas de la política de nuestro tiempo» nos afectan tanto y nos producen tanta indignación, una de dos:
1) o bien nos toca a cada uno agarrar la sartén por el mango y ejercer en ese sentido el propio poder (y la propia autoridad) de una manera inteligente y eficiente, utilizando las herramientas institucionales al alcance, o diseñando otras nuevas (es decir «entrar en política» haciéndolo bien); muchos de los que sentimos asaltos de ira en esta dirección, hemos de intervenir o, al menos intentarlo, porque ese tipo de pasión es una señal que nos manda la Providencia mostrando un camino para aprender… Hemos teorizado ya sobre la naturaleza de los «guerreros» y el «alma irascible» en este III capítulo de LCC, vinculándolo con la «cuarta raza» hesiódica, Hércules y sus trabajos, etc.
2) o bien nos toca transmutar directamente los pensamientos/emociones negativos que nos asaltan (odio, ira, decepción, temor, desánimo, etc) respecto de semejante tipo de problema, y transmutarlos directamente en pensamientos/emociones positivos: visualizando a todos nuestros dirigentes, nacionales, locales e internacionales, mandándoles luz, cariño, fuerza y energía positiva en general para que obtengan para el común todo el bien que deseamos. Este segundo tipo de práctica es más importante que el primero. Pertenece a la Política con mayúscula, que estamos aprendiendo. Es inmediatamente efectivo y transformador, aunque eso a nuestra «mente sabionda» le parezca ingenuo o poca cosa.
El primer tipo de intervención, también está al alcance, de modo subsidiario, para todos quienes estemos llamados a intervenir en el plano de la acción social en un determinado momento. El plano de la acción social tiene muchos niveles, y todos son «niveles de lo político» en el sentido global y filosófico que estamos reconquistando para esta ciencia/arte que es la organización, consecución y goce de la buena vida comunitaria. De modo que, según los talentos y la vocación (que nos son dados), a unos nos toca intervenir sólo en el ámbito de la familia: el primero y más importante de la auténtica política; a otros, además, en el ámbito de la profesión; a otros, además, en el de este vastísimo campo de creatividad que hoy llamamos «voluntariado», «sociedad civil», «tercer sector»; a otros finalmente, nos toca intervenir a veces en el ámbito pantanoso de lo que hoy se llama «política», ámbito muy especializado, no tan importante como parece a primera vista, y destinado sólo a los que además de luces y buena voluntad, tienen una piel y unas defensas comparbles a los de un rinoceronte o un vehículo blindado. En todo caso, aunque seamos demasiado débiles, o demasiado lerdos, para entrar en ese último tipo de lides, debemos recordar que la»antigua política», la «gran política» (la que llamamos «sociopolítica fundamental») está siempre al acance y nos incumbe directamente a cada uno de nosotros, porque de ella depende directamente nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.
C.: Otra idea. Cuando la democracia no reconoce la existencia de Dios, de la Ley Natural, cae en pensar que la verdad se encuentra siempre en la mayoría. No solamente es positivismo…
J.O.: La democracia no es más que un tipo de gobierno. No es el tipo de gobierno (o de régimen) el que hace los pueblos, es la religión: eso sí, la religión tal como la hemos entendido y estudiado en el capítulo I de LCC, dialogando con la obra de Fustel de Coulanges, quien afirmaba con todo el peso y la razón de los antiguos: «No son los pueblos que hacen la religión: es la religión la que ha hecho los pueblos»…y los mantiene vivos (espiritual y comunitariamente) -podríamos añadir.
Hay que entender que ese tipo muy especial de democracia, que es la democracia moderna, lo hemos diseñado en la cristiandad. Es un modelo cristiano, que se está intentando adaptar a nivel mundial -en otras civilizaciones (no cristianas)- no sin hartas dificultades, tal como se puede observar. La democracia, ni ninguno de los demás sistemas de gobierno, no puede funcionar sin la religión que ha configurado aquel ámbito comunitario al que se aplica. Mejor, por lo tanto, encontrar la manera de hacer constar esto institucionalmente en las constituciones. Pero aunque no se consiga declararlo oficialmente, la religión (su esencia verdader en el corazón, el sentir y la conducta de los ciudadanos) sigue siendo indispensable para la existencia de la comunidad política como tal. Cuando la religión, creadora de un sistema (o ámbito) de civilización, se pierde, las formas de organización político-comunitarias se van disolviendo y troceando; la población cae en las formas de individualismo, egoísmo y violencia, que siguiendo a Séneca hemos caracterizado como una especie de «ciudad cautiva».
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Joan escribe:
<<La lectura de La Ciudad Cautiva me produce dos sensaciones opuestas que van a más a medida que avanzo en la lectura. Por un lado me está aportando una nueva visión de todo lo que me rodea así como algunas claves para llegar a convertirme en una mejor persona, pero también me produce una cierta sensación de desasosiego al ver con otros ojos la realidad en la que vivimos y como nos hemos alejado del camino de la virtud que propugnaban los filósofos en la Antigüedad.>>
J.O.: Correcto, de eso se trata, Joan: el trabajo transformador tiene dos vertientes, que son la gracia y el rigor. Por la primera descubrimos el verdadero sentido de la vida y la posibilidad real de comprender y gozar al máximo el infinito regalo que continuamente nos está ofreciendo. Por la segunda aprendemos a identificar los obstáculos y realizamos el indispensable trabajo de poda para cortar y abandonar las ideas, sentimientos y formas de acción que ya no sirven y que constituyen impedimentos a lo que más deseamos. Los escolásticos (Sto. tomás de Aquino) siempre insisten en estas dos partes, que llaman «orden destructivo» y «orden constructivo».
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Otra cuestión que suscita Sergi, relacionada con el buen uso de la voz, un tema que le interesa como investigación y docencia:
<<No s’esmenta quan es parla de dialèctica, però la veu del governant hauria de ser bona, en el sentit complert del terme, ja que una persona que té bona veu, no pot ser mala persona. La veu podria determinar el grau de corrupció que té el governant.>>
J.O.: Creo que de la forma de hablar pueden deducirse rasgos de carácter, lo mismo que la grafología los deduce de la forma de escribir. Pero de aquí a suponer que puede deducirse algo sobre la cualidad moral de la persona, eso ya es harina de otro costal. Sabido es que las Musas, inspiradoras de todas las artes, pueden decir mentiras tanto como verdades (así ellas se lo dicen a Hesíodo cuando se le presentan para dictarle el célebre poema). Los grandes líderes de masas, habrán tenido la mayoría de veces buena voz, y no siempre han sido «buenos». La buena voz, ligada a la buena retórica, es uno de los principales instrumentos de la sofística, tal como se explica en el capítulo que tenemos entre manos, al hablar del daimon-poder. Osama Bin Laden, que en el escenario político que conocemos aparece indiscutiblemente como malvado, tiene una voz encantadora con la que se deleitan masas de admiradores y seguidores, que lo tienen por héroe y líder, además de ejemplo viviente de cómo debe pronunciarse y entonarse la lengua arábiga más pura y clásica… La buena voz por sí sola es útil para la dialéctica tanto como para la sofística; para transmitir la verdad como para hacer tragar las mentiras.
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Gemma apunta también esta interesante reflexión a la lectura del Tercer Capítulo, que considero una excelente síntesis de lo que significa “artede la energía” (chi kung):
<<Siempre he tenido la inquietud personal de poder aprender a relajar la mente dejando que fluyan los pensamientos positivos, aquellos que a menudo no emergen espontáneamente, relajar el cuerpo, calmar las emociones para poder encontrar paz y tranquilidad. Pienso que el saber cognitivo no es suficiente sino cultivamos de forma paralela el ser interior, solamente engrandeciendo a los dos podemos encontrar un equilibrio en el “yo”.>>