El baile de los vampiros
José Olives Puig
BiniAli 01.07.20
Baile cada uno con su sombra: ese es el gran mensaje para nuestro tiempo. Un mensaje salvador, ya que en la sombra se esconden disfrazadas las posibilidades superiores del ser humano. El mundo que nos rodea se ha convertido en eso: un baile de los vampiros. Y nos toca a cada uno bailar, reconociendo primero la verdadera pareja…Estamos hablando del alma humana, de nuestra estancia en el mundo, y de cómo aprovecharla para descubrir la verdad de lo que en realidad somos y del sentido de todo eso tan caótico y oscuro.
Recordemos la genial película de Polanski. Termina con un baile fantasmagórico, una danza a la antigua en la sala del castillo de Drácula. Los protagonistas son, el doctor y su ayudante –Don Quijote y Sancho Panza redivivos- más la chica. Allí se dan cuenta que toca bailar a la manera tradicional y grotesca en medio de una sociedad del pasado donde todos llevan casacas, pelucas y miriñaques, empolvadísimos, salidos de las tumbas, auténticos vampiros, viviendo cada uno de la vida de los demás. Pero los tres personajes de carne viva se dan cuenta de pronto, ante los espejos del salón, que sólo ellos son reales, y que todos los comparsas de la danza, tan pautada y regulada, en realidad no existen ya que no se reflejan en el espejo.
Los grandes mitos invitan siempre a cambiar el punto de vista sobre la vida y nosotros mismos: viéndonos hoy, por ejemplo, atrapados en un baile de control bio-político en el castillo del déspota. La cosa va de pinchar, ponerse morriones para no ser mordidos ni morder, y pasar controles continuamente, para verificar si todavía estamos vivos, y ser apuntados en la frente con una fake-pistola para recordarnos que conviene ser aniquilados lo antes posible. Eso solamente son síntomas externos de una situación que más o menos encubierta ha durado ya varias centurias para la masa de población en que todos estamos incluidos, ofreciendo cuello y mente al gran hermano Drácula, que con sus mentiras nos dirige y nos manda supuestamente para salvarnos a todos.
Ese big brother que es el Estado moderno vive sólo de noche, no se hace visible en la conciencia corriente. Manipula mediante lo que se da por entendido. Se manifiesta indirectamente mediante la estupidez de lo colectivo: un baile de sombras respetando las órdenes superiores del vampirismo, y bailando según las pautas establecidas por el viejo orden. Ese viejo orden, Ancien Régime , plenamente vigente, embaucándonos a todos con la mentira progresista y la promesa de una “nueva normalidad”.
La situación se produce fuera. Ya no será posible volver a lo de antes! Ciertamente, lo de antes siempre ya pasó: eso es la condición temporal y miserable de la persona humana. Pero la situación también está dentro: es vivenciada por todos nosotros interiormente. El Estado, el castillo de Drácula, está también dentro de cada uno. Vivimos atrapados en él. Es nuestro ego, social y mentalmente condicionado, doliente, asustado, deprimido, desesperado, resentido, ambicioso, déspota, arrogante y batallador. Es aquí, en la esfera de lo “interior”, nuestra alma, que nos toca bailar hoy ese baile de los vampiros, para descubrir ante el espejo la falsedad de los fantasmas.
Lo colectivo está dentro y fuera. El sufrimiento y la frustración, igualmente. El Gran Hermano, papá/mamá-Estado, nos embauca siempre con la promesa de que vamos a resolverlo desde fuera, mediante la ciencia, el dinero y la ingeniería bio-política (hospitales, máquinas, triquiñuelas, vacunas, decretos-ley, comités y fuerza pública). Lo real que nos está mostrando la crisis de nuestro tiempo es que esa pringosa mentalidad colectiva y concepción de la vida-nosotros-y-el-mundo, que es el Estado, solamente podemos desactivarla desde el fuero interno, lidiando con el monstruo directamente, gracias la conciencia atenta. Bailar cada uno con el vampiro interno, hoy tan fácil de reconocer. Distinto para cada uno, es la verdadera pareja con la que debemos casarnos: así, como lo hace la Bella con la bestia.
La vida humana es una posibilidad de reconocer la libertad-igualdad-fraternidad inherente, innata. Ese triple lema designa el Estado Natural del Hombre. Y ese État de Nature no lo va a construir el Estado, ni sus partidos, políticas, científicos, ni prohombres benefactores. Es mentira que pueda hacerlo, como lo demuestran más de tres siglos de revolución. Porque la bondad y belleza de lo que somos ya es plenamente, aunque raramente el ser humano estemos dispuestos a reconocerlo. Perdidos como estamos en la acción, en el baile inconsciente, vampirizándonos unos a otros. Nadie de los vivientes puede negar cabalmente, que existe dentro de sí una belleza-y-bondad sin límites, trascendiendo todo temor, vejez, muerte y enfermedad. Incluso los grandes negadores, racionalistas empedernidos, visitan esa paz y confianza profunda cada noche en el sueño paradójico. Sin ello no estaríamos en vida. Reconocer al Ser que somos. Valorarlo. Adorarlo. Gustarlo. Amarlo. Eso es el divino cultivo de la humanidad, prodigioso, transformante, verdadero.
Entonces, he aquí que hoy nuestro ángel guardián, disfrazado de vampiro, con letal espada de fuego, viene para salvarnos del terrible olvido. Nos aporta un plus energético, con la grave situación de fuera que repercute dentro. En él sí podemos confiar. Está de parte de la verdad. Nos quiere, nos salva, nos trae el espejo para reconocer lo que no es y lo que es. Sólo hace falta convertir la mirada, aceptar la fundamental soledad y miseria de nuestro ser persona, reconocer y trascender los miedos. Usar el potencial humano, la llama ardiente en el corazón. En cambio: Luchar contra la muerte? Contra la enfermedad y la vejez? Pero qué programa es ese, big brother!
Bailar con nuestra sombra es ponerla frente el espejo, ante la luz de nuestra Consciencia Inteligente Innata. Se puede hacer. Es fácil, hoy más que nunca. Ahí sí hay eficacia y transformación real. Ante el espejo nosotros no hacemos nada. Lo hace todo ella, con gracia, con amor. Dejémonos guiar por nuestras luces.