18 Octubre abrimos CÍRCULO de HUMANIDADES en Barcelona-ciudad

18 Octubre abrimos CÍRCULO de HUMANIDADES en Barcelona-ciudad

Las Humanidades han sido desde siempre una manera de profundizar en el Ser Humano, y una forma de desarrollar su Potencial. En este Tercer Milenio están llamadas a ampliar el pensamiento desvelando la sabiduría ancestral común a todas las tradiciones espirituales de la humanidad –escritas o no-escritas, civilizadas o “primitivas”- junto con las ciencias y las artes que les son propias. Florecen principalmente en épocas de crisis, ayudando a superar y transformar la desorientación y el dolor.

El Círculo de Humanidades pone especial énfasis en reconocer, experimentar y vivenciar en cada uno el Ser Profundo que somos, y muestra maneras de aprender en Él.

PROGRAMA

  1. Jueves 18.10 – 20.30 h. El Ser y el Potencial Humano: despertar al Yo Esencial.
  1. Jueves 15,11 – 20.30 h. De la persona a la Presencia Consciente: Tiempo y Eternidad. 
  1. Jueves 13.12 – 20.30 h. Símbolos, mitos y ritos: de las formas a lo Supra-formal.
  1. Jueves 17.01 – 20.30 h. El Trabajo Interno: Contemplación y acción La meditación en la vida práctica. 
  1. Jueves 14.02 – 20.30 h. Coincidencia de los opuestos. Unidad de los contrarios. 
  1. Jueves 14.03 – 20.30 h. Arte de la Energía: transmutación del cuerpo-dolor. 
  1. Jueves 11.04 – 20.30 h.  Humanismo y Humanidades en el Tercer Milenio.

 

 

 

LAS HUMANIDADES XI: Equivalencia de filosofía y religión cuando son auténticas

platon-raphael(Siguiendo la ocurrencia de Joaquín Muñoz, encabezamos ese nuevo capítulo de su obra, con la imagen de Platón inventada por Rafael. Es hermosa y dice mucho, como las restantes de este gran filósofo del Renacimiento, que realizó su obra nada más que con pinceles y pinturas…Releyendo estos capítulos, procedentes de su tesina, me enorgullezco de haberla dirigido, y sigo admirando su producción, tal como de momento la va ofreciendo en sus Meditaciones del Día)

En base a lo expuesto en los últimos capítulos publicados en este blog, puede inferirse que, desde la visión clásico-tradicional de la filosofía y las humanidades, resulta muy difícil diferenciar entre éstas y la religión propiamente dicha.

Olives se remite, en este sentido, a Dión Crisóstomo para propugnar una filosofía entendida como camino hacia la asimilación a Dios, una filosofía dotada de una dimensión espiritual y religiosa, un auténtico sacerdocio que implica la recepción, vivencia, cuidado y transmisión de los conocimientos y energías espirituales que se derivan de su práctica[1].

El  filósofo, como seguidor y amante de la Sabiduría, de la Verdad, de lo Bello y de lo Bueno es –al fin y al cabo- un seguidor y amante de su causa última y primera, de su fuente y origen:  Dios.  Un Dios que, en un acto de desbordamiento de Amor crea al hombre para que disfrute de una existencia gozosa y feliz al descubrirle y religarse con Él[2]; un Dios que modela toda la creación como revelación natural, como teofanía, para que su principal obra (el ser humano) sea capaz de reencontrarle a través de lo visible, mediante una hermenéutica simbólica que supone el método propio de las humanidades tal y como nos son propuestas por Olives.

Sin embargo, parece lógico preguntarse: ¿son las humanidades –o la filosofía antigua- una religión propiamente dicha? ¿Es suficiente la práctica de la hermenéutica simbólica para lograr esa plena religación con Dios, el cosmos, el prójimo y uno mismo?

Olives responde escueta y tangencialmente a esta cuestión, aunque en su contestación nos ofrece el núcleo esencial de su opinión.  Basándose en la hermenéutica dantesca plasmada en “La Divina Comedia”, se detiene en la explicación de por qué los grandes filósofos de la antigüedad (Séneca, Homero, Platón… etc) son situados en el limbo, un lugar en el que “no se grita de dolor, sólo se oyen suspiros”[3], los suspiros del que se encuentra en el camino de la buena vida (eudaimonia) pero que no es capaz de alcanzar su meta por carecer de la teoría completa y de los medios de realización necesarios.  Viéndolos como hijos del moralismo y del racionalismo, Dante considera incapaces -a los filósofos de la antigüedad- de obtener la Weltanschauung o cosmovisión religadora, al no disponer de los medios de realización espiritual que ofrece una tradición espiritual cuando se halla viva y activada[4].

Siendo esto cierto, Olives aclara algo sobre lo que ya hemos tratado anteriormente: no puede entenderse el pensamiento antiguo (y clásico en general) como la suma de rígidas estructuras sistemáticas, más propias de la filosofía contemporánea[5].  Existe una solidaridad entre los autores[6], que participan de la comprensión de un mismo modelo del mundo, de la sociedad y del hombre, el cual les viene dado de antemano, y con cuya ayuda especulan y trabajan[7].  A modo de consejo, nos recomienda nuestro autor: “si se quiere sacar el mayor provecho del estudio de los autores clásicos y filosofar con ellos, conviene precaverse contra la exageración de los planteamientos sistemáticos.  Frente a ellos es oportuno recuperar la noción típicamente humanista de «punto de vista»[8].  Éste, implica que las distintas escuelas desarrollan un aspecto determinado de un marco tradicional más amplio (en el cual se incluyen) y que ellos, implícitamente, también ayudan a transmitir.  En tanto que «punto de vista», la visión de cada escuela es sesgada, parcial, incompleta… Una parte del todo al que sólo se puede acceder por vía de síntesis, superando las aparentes contradicciones entre escuelas y remitiéndonos a la tradición que subyace tras ellas y las fundamenta.  Una tradición espiritual de la que participan la mayoría de los representantes del pensamiento clásico-tradicional: “Séneca, al igual que Sócrates, Platón y la mayoría de los filósofos de la Antigüedad, es una persona religiosa; además, piadosa: eso quiere decir que cumple con los ritos, que conoce los simbolismos y las mitologías, y que da por entendido el valor superior de las ideas y medios de gracia que vehiculan.  Que su labor como filósofo la acometa desde un plano que es propio del discurso racional no niega la vigencia de otros planos del discurso y del desarrollo teórico, sin los cuales la propia filosofía se hallaría desprovista de sentido”[9].

De hecho, el propio Platón es una interesante fuente para lograr acceder a antiguas tradiciones órficas, pitagóricas, egipcias, caldeas y persas que el tiempo ha borrado y que él se encargó de transmitir en su filosofía mística[10].  Entiendo este hecho como una indirecta indicación de la importancia que tiene anclar la filosofía (las humanidades) en una tradición espiritual que vivifique y complete el sentido de sus contenidos, de modo que aquélla pueda producir la metanoia personal que le religue a uno con Dios y su creación.

Como conclusión, podemos afirmar que la hermenéutica simbólica propia de las humanidades clásico-tradicionales es una metodología necesaria para descubrir y vivenciar la filosofía, la religión y la realidad en toda su profundidad…  Sin ella, no pueden comprenderse adecuadamente los contenidos religiosos ni filosóficos.  Pero, al mismo tiempo, la hermenéutica simbólica precisa de la participación en una tradición espiritual para hacer posible la recepción de las influencias que dan lugar a la experiencia personal de gozo espiritual y religación (más allá de los límites de la mera intelectualidad) con todo cuanto rodea al ser humano.

La hermenéutica espiritual, así entendida, es el nexo metodológico que permite relacionar los diversos estratos de la realidad a través de la analogía, descubriendo estructuras comunes que hacen posible el conocimiento de lo aparentemente ajeno a través del autoconocimiento y permitiendo intuir la unidad  e interdependencia entre todo lo existente: entre Dios y la naturaleza, entre la naturaleza y la ciudad, entre la ciudad y el hombre…  Entre la teología o metafísica, la cosmología, la política y la antropología…  Una nueva mirada que nos ofrece una nueva percepción de nosotros mismos y de cuanto nos rodea.  Una experiencia de la realidad que nos conduce al Paraíso Perdido, a la felicidad que –en nuestro interior- todos anhelamos…  Un gozo y una dicha que, digan lo que digan, está a nuestro alcance.  El Reino de Dios está muy cerca…  En nosotros mismos.

 


[1] Olives:2006, 162

[2] Cfr. Olives:2006, 370

[3] Dante:DC, Purgatorio VII, 28-30

[4] Olives:2006, 111

[5] Olives:2006, 105

[6] Olives:2006, 104

[7] Olives:2006, 105

[8] Olives:2006, 108

[9] Olives:2006, 113

[10] Olives:2006, 408

LAS HUMANIDADES I: potencial humano y crecimiento personal

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[Este capítulo y los siguientes que iremos ofreciendo bajo el título LAS HUMANIDADES son fruto del trabajo de investigación inédito, realizado por Joaquín Muñoz Travé, que lleva por título «Las Humanidades como método para el desarrollo del potencial humano en base a las aportaciones de José Olives Puig al mundo académico». Recogemos dichos capítulos  del blog de J.Muñoz meditacionesdeldia.wordpress.com,  donde están siendo publicados desde el pasado Octubre. Remitimos también a la publicación original a quien quiera consultar las referencias bibliográficas y las citas]

Las Humanidades (los estudios sobre lo más propio del ser humano) están en crisis…  Y tal vez por ese motivo estemos sufriendo una crisis cultural y económica como la que nos azota.  Pero pocas voces se oyen que reclamen atención para ellas.  Una de las voces que sí lo hace es la de mi maestro y amigo José Olives Puig.  Hace unos años, tuve la dicha de coincidir con él en la Universitat Internacional de Catalunya: él como catedrático, yo como alumno.  Esta coincidencia ha sido uno de los hitos que ha marcado mi vida porque, a través de su enseñanza y ejemplo descubrí que otro mundo era posible…  Gracias a las Humanidades.

Hablar de Humanismo -en el sentido en que lo hace Olives y la Academia Florentina- significa establecer al hombre como “idea clave, como lugar de concreción de todo el saber y, sobre todo, como su campo de cultivo prioritario”.  Este antropocentrismo -bien entendido- resulta un eficaz medio para no perderse en una situación histórica de rápidos y profundos cambios…  Ya que permite enraizarse en lo más profundo de uno mismo.  El pensamiento clásico-tradicional descubre en el antrophos la imagen arquetípica de todo lo demás, el locus por donde se establece el contacto con lo universal, y explota este hallazgo como nexo y fuente de nuevos saberes, en sintonía con el lema délfico de “conócete a ti mismo y conocerás el mundo y a los dioses”.

Esta visión del hombre supone reconocerlo como sujeto y objeto de conocimiento al mismo tiempo, lo que posibilita su transformación por medio del conocimiento que adquiere de sí mismo.  En este sentido, la finalidad de las humanidades es “la investigación de la naturaleza humana en aras de saberla reconocer y ayudar a desarrollarla”.  Es éste el mismo objetivo que tenía la filosofía para los antiguos, como tan bien ha estudiado y explicado Pierre Hadot.  Para ellos -y para nosotros- todo conocimiento, toda ciencia y todo saber “deben estar al servicio del hombre, y no a la inversa, tal y como ocurre cuando se cae en la barbarie del especialismo”.

Puede decirse por tanto que es propio de las humanidades el tomar al hombre como centro y contemplarlo “desde el punto de vista de su posible perfeccionamiento mediante el conocimiento, la cultura y el refinamiento de sus formas de pensar y de sentir”.

Toma así un nuevo significado la expresión “cultivo de las humanidades”…  Más bien habría que decir “el cultivo de la persona humana mediante las humanidades, las cuales -en este sentido y siguiendo con la metáfora agrícola- son comparables al abono necesario para el crecimiento personal”.  Comparto plenamente con Olives el convencimiento de que la cultura es un modo de cultivo de la personalidad, tendente al crecimiento, desarrollo y perfeccionamiento de la naturaleza humana.

Porque, mal que nos pese, la mayoría de nosotros no somos más que seres humanos en bruto, en germen, en potencia…  Meras sombras de lo que podemos realmente llegar a ser.  ¡Qué razón tenía Pico de la Mirándola al escribir su “Discurso sobre la dignidad del hombre”!  El ser humano ha sido dotado por su creador de la capacidad de vivir olvidado de su propia naturaleza -incluso de vivir en contra de ella-, cayendo en formas degradadas de existencia que le sitúan, incluso, por debajo de los animales…  O puede arraigarse en su propia esencia, viviendo una vida buena, realmente digna, conforme a su naturaleza y al modelo divino con que ha sido creado…  Elevándose a las más altas cimas, despertando la chispa divina que reside en su interior, iluminando y transmitiendo su calor a su vida y a la de quienes le rodean.

En este sentido, “el desarrollo de la personalidad humana aparece como la principal exigencia y como el fin último de la vida”.  No es sólo un derecho, es el deber que corresponde a la gran suerte y oportunidad que supone haber nacido.  Un deber que, libremente, cada ser humano decide -o no- asumir.  Decisión que le llevará por el camino de la felicidad mediante el desarrollo del potencial humano, o por el de la involución e indignidad -o, incluso, indignación- personal.

Las humanidades, por tanto, ya no se sitúan sólo en la dimensión del conocimiento más o menos erudito sino en la del yo y el ser: consisten en un proceso de metamorfosis que aumenta nuestro ser y nos hace mejores, actualizando las potencialidades de nuestra personalidad mediante un cambio de conciencia que Olives -atendiendo a su etimología- ha dado en llamar metanoia.  Ésta implica una reconstrucción de uno mismo que conlleva “el progresivo reconocimiento de la propia alma, o ser interior del hombre”.

La base del enfoque humanístico consiste, pues, en convertir todo conocimiento en una fuente de crecimiento personal, no meramente intelectual; en el compromiso y la práctica del conocimiento de sí mismo al más puro estilo socrático.  Resulta reseñable la similitud de este planteamiento con la noción germana de Bildung o con la de paideia griega, tan propias del pensamiento clásico-tradicional.

Por paideia se entendía -en la Grecia clásica- aquella educación que le otorgaba a uno un carácter verdaderamente humano, haciéndole apto para ejercer sus deberes y derechos cívicos, al dotarlo de un conocimiento y control sobre sí mismo y sus pasiones “al estilo de las antiguas iniciaciones y misterios”.  Se trataba de una educación fiel a su sentido etimológico (del latín ex-ducere, “conducir hacia fuera” o “hacer salir”).  Esto es, hacer explícito lo que se encontraba dentro, escondido, latente…  Se trata de “hacer germinar y crecer la semilla divina que el hombre lleva dentro, reconociendo a lo que hay detrás de la máscara que es la persona, desvelando el ser.  Así desarrolla la auténtica personalidad, la cual, con el trabajo, va siendo cultivada y compartida.  Es en este sentido que Sócrates compara el arte del filósofo con la mayéutica , que es el arte de la comadrona, el del alumbramiento del discípulo deseoso de aprender”.

Esta noción -que se transmitió a los romanos a través, esencialmente, de la escuela de los estoicos- es la razón de ser que dio lugar a las Humanitates, esto es, a las humanidades entendidas en su sentido clásico-tradicional…  Como arte de vivir o -como gusta llamarlas Pierre Hadot- como “ejercicio espiritual”.
Hadot afirma que la filosofía antigua -que forma parte de las humanidades tal y como aquí las estamos proponiendo- implica unos ejercicios que suponen un cambio de la visión del mundo y una metamorfosis de la personalidad que son producto, no sólo del pensamiento, sino de la totalidad psíquica del individuo.  Una metanoia que sitúa al hombre en la perspectiva del Todo.

Olives es, en mi opinión, menos académico y más divulgativo al aclarar: “es característico de las humanidades el combinar el cultivo de las formas más elevadas de conocimiento con el ejercicio de la virtud práctica, de acuerdo con el viejo lema de las letras y las armas en boda simbólica. (…) Las humanidades hacen referencia a ciertas formas de pensamiento y práctica orientadas al desarrollo de la felicidad y la conciencia del hombre, en aras del bienestar de las comunidades humanas.  Este tipo de tarea tiene por tanto que ver con lo intelectual y, al mismo tiempo, con la espiritualidad”, con la indagación, conocimiento y adecuación a los ritmos del universo, del cuerpo y del alma.

Este modo de entender las humanidades implica considerarlas un arte de vivir, un arte que -como tal- supone acción además de contemplación.  Primero aprender a pensar bien; después, aprender a vivir en consonancia con lo que se ha aprendido.  Nos encontramos, por tanto, en el terreno de la Virtud, ante el arte de regirse a uno mismo y a los demás, ante el Arte Regia.

Podemos concluir afirmando que las humanidades nos ayudan a ser persona, a conocer el propio talento y a desarrollarlo, mostrándonos que es ésta la principal manera de ayudar a los demás y ser felices al mismo tiempo.

Cambiaremos el mundo cambiándonos a nosotros mismos…  Y, para ello, es necesario recuperar las humanidades.

Comentarios a La Ciudad Cautiva, cap. II (II entrega)

SOBRE EL BENEFICIO:

REGALO, GRATUIDAD Y GRATITUD

De Joan:

“Punto especialmente interesante es el beneficio, no como algo material, sino como algo que trasciende la materia, y se sitúa en la base de toda la estructura social y política. Uno se da cuenta leyendo este capítulo de la importancia que tiene saber dar, pero también, de los deberes que uno adquiere cuando es beneficiado por otro: un tema que merece profunda reflexión y que nunca me había planteado.”

De Pablo:

“Vivimos una etapa donde las personas han perdido la conexión con lo más profundo de su ser y ciegamente buscan la felicidad de modos equivocados (…) sin tener en cuenta, y en primera prioridad, lo más obvio : la persona y su formación humana. (…) Para esto es necesario el fortalecimiento del alma. Tengo que reconocer que he disfrutado y aprendido mucho en este capítulo.”

De Evaristo, con respuestade J.O. sobre la lectura:

“El presente capítulo me ha sido de más fácil comprensión, (…) porque he hablado con Lucio de cordobés a cordobés, y los dos hemos usado el mismo lenguaje, los mismos sentimientos.”

J.O.: Sí, así hay que leer siempre los textos de sabiduría clásico-tradicionales: “de cordobés a cordobés”, o también “como una carta dirigida a ti personalmente” indagando siempre en el sentimiento que hay detrás, en la intención de lo que nos quiere transmitir, en esa fraternidad a través de los siglos, en ese Espíritu que sopla desde más allá a través de las palabras. En suma: lectura atenta, lenta y meditativa. Ya no vale en estos parajes el punto de vista crítico. Este último sólo lo aplicamos a las ideas viejas incrustadas en la mente por antiguas programaciones que ahora ya no sirven.

De Gemma:

<<Séneca nos dice cómo podemos salir de todo lo negativo incentivando los pensamientos saludables, “la memoria de los beneficios”, que es todo aquello bueno que desde siempre tenemos, que nos ha sido dado. La teoría de las Tres Gracias, desarrollada mediante la iconografía (símbolos y mitología) es el principal vehículo utilizado por el pensamiento clásico para transmitirnos la doctrina del dar. Destacaríamos de las Tres Gracias los valores mandálicos, el vínculo más fuerte de la sociedad humana, el vínculo social por excelencia, el gran promotor de la amistad que nos hace concebir al hombre como un animal social esencial ligado a la benevolencia, beneficencia, ayuda y solidaridad. Para liberar a la “Ciudad Cautiva” se ha de conocer y practicar el arte de los beneficios… Los auténticos son aquellos que sirven como remedio para curar el alma, los que no podemos tocar con las manos: pensamientos, intenciones, recuerdos y disposiciones de ánimo positivo con respecto al prójimo.  Los pensamientos positivos no se generan de una forma automática la gran mayoría de las veces. Requieren un cierto esfuerzo, una creatividad de ideas y emociones. Los pensamientos negativos, por el contrario, fluyen de una forma mucho más automática, acuden sin que nosotros queramos, nos afectan y, con pasar el tiempo, crecen.

La doctrina de los beneficios nos sitúa en una “economía de gracia “donde el bien público consiste en asegurar  la gratitud del uno al otro. Todos los hombres son iguales a pesar de las diferencias en la virtud y en la fortuna.>>

Diálogo con Sergi:

S.: El beneficio está en la parte del ánimo y como dice Séneca “permanecerà siempre”. Pero tendrá que haber alguien que lo cuente. Tiene el mismo beneficio una buena acción si nadie la ve que una acción vista por todo el mundo?

J.O.: El beneficio lo “tiene” la persona, no, la buena acción. Si el beneficiado lo proclama, hay más beneficio (en general). Si el benefactor lo proclama, hay menos beneficio.

S.: Si el beneficio se convierte en norma podemos decir que ya no hay beneficio? En el momento de ser común desaparece? Por lo tanto actualmente somos una sociedad desagradecida, por no saber valorar lo que tenemos. (otra vez Séneca).

J.O.: Si “convertirse en norma” quiere decir que todos nos hacemos conscientes (de ser y haber sido regalados abundantemente) despertando en nosotros la gratitud, entonces aumenta el nivel de felicidad general: se refuerzan los lazos comunitarios y la buena vida. Eso es lo que se persigue con el aprendizaje de la “ciencia-arte” que estamos trabajando con ayuda de Séneca.

La sociedad ayer y hoy se vuelve desgraciada cuando los ciudadanos se olvidan de todo eso y caen en la ingratitud y todas las formas de pensamiento (y acción) negativo(a) que ello acarrea.

Nosotros somos más que la sociedad (en el sentido ontológico, no, sociológico).

S.: Como podemos considerar el intercambio entonces? És una muestra de gratitud? Y el comercio? Los dos salen beneficiados con lo que les interesa. En las negociaciones generalmente los dos salen perjudicados. No han podido llegar a lo que pretendían.

J.O.: Hay dos tipos distintos de intercambio (o economía) naturalmente jerarquizados: los beneficios y el comercio material y corriente. En el primero sólo se gana (si se hace correctamente); en el segundo siempre se gana y pierde. En el comercio, o en cualquier forma de pacto o contrato, puede haber también beneficio. Es humano que lo haya, pero es por añadidura. Esta “añadidura” en nuestros trabajos laborales es la que los convierte en algo placentero, anímicamente gratificante y humanamente formativo.

S.: Un proverbio “ Cuando te hagan un favor, grávalo en piedra, cuando tu hagas un favor, escríbelo en la arena”

(Otra cosa)…una duda: La adopción como un dar que no deberíamos dar?

J.O.: La adopción de hijos, la droga y el aborto no son temas que interese ahora entrar a discutir (y menos abstracta y descontextualizadamente, tal como se hace corrientemente). Frente a temas tan complejos y difíciles, si uno está empeñado en posicionarse abstracta o ideológicamente al respecto, unodebe seguir el parecer de la autoridad espiritual (personas que saben de eso más que uno mismo). Yo sólo he mencionado esas tres cosas como ámbitos problemáticos “donde hoy día hallaríamos ejemplos” de un verdad importantísima: “que a veces el beneficio consiste en no-dar lo que pide el solicitante”.

S.: Vinculando este tema con mi trabajo,…Para dar la voz debemos evaluar a quien se la damos y según qué grado

J.O.: Eso debe significar que podemos tanto beneficiar como dañar con lo que decimos (cantamos o gritamos) y que, por tanto, debemos medir bien nuestras palabras y sonidos. No es así?

Diálogo construido sobre lo Raquel escribe:

R.- Me preocupa profundamente que la falta de justicia social nos aboque a la disyuntiva de ser tiranos o esclavos…

J.O.: – Mejor poner simplemente «la falta de justicia», porque se trata de la justicia en el ser humano mismo. No es la sociedad o la falta de justicia social la que nos hace caer en el síndrome «tiranos/esclavos».

R.– La lectura de este capítulo me ha llevado a meditar sobre la necesidad de invertir los valores que dominan la sociedad actual. Comienza ya a haber movimientos de distinta índole en este sentido y creo que no podemos quedarnos cruzados de brazos. Tenemos la obligación y la necesidad de liberar a la ciudad cautiva, trabajando sobre nosotros mismos y sobre la ciudad (que tan bien representa el alma humana).  Desde el asociacionismo local a movimientos como el slow-food, comienza a verse la urgencia de reivindicar una visión realista que nos impulse a trabajar por el bien común. Es imprescindible desarrollar el valor-beneficio, junto con virtudes como el agradecimiento (los hechos son importantes, pero las actitudes lo son más porque dicen cómo somos. Dar las gracias por algo es digno de tenerse en cuenta. Ser agradecido es, en cambio, una forma de estar instalado en la vida y supone un convencimiento profundo;  la serenidad (la actitud agradecida ante la vida requiere como condición previa saber mirarla serena y atentamente, y de esta visión contemplativa surge el agradecimiento)

J.O.: Buena intención y noble pasión, en lo que dices. Pero conviene recalcar una y otra vez, que la forma clásico-tradicional de ver y practicar la política es diferente de la forma actual, que tenemos tan arraigada, la cual tiene como defecto el querer empezar la casa por el tejado. Eso es, cambiar la sociedad (exterior) antes de cambiar uno mismo.

Precisamente porque veo que esa no es tu intención, importa descartar los «movimientos sociales», los «cambios de valores», las «inversiones de los valores», etc. como formas de intervención eficaces. El cambio sólo se produce a través de la vida interior: cuando yo comprendo, siento y transformo en mi (y la relación con mi prójimo) las ideas y vibraciones que no están afinadas. Luego, a partir de esa comprensión/transformación, se nos va haciendo la luz sobre qué podemos hacer, diseñar, programar, de cara afuera (si es que hay que hacer algo…). En todo caso lo que realmente importa es la «conversión» de la mirada en cada uno de nosotros (eso es lo que Él espera…). Lo demás, el plano de la acción, viene por añadidura como un efecto espontáneo de la transformación interna. En realidad ambas cosas (lo interior y lo exterior) no están separadas, pero sí hay una clara jerarquía entre ellas, que la «política» de la modernidad ignora sistemáticamente, abocándonos siempre a considerar la sociedad como una máquina y a nosotros como los mecánicos-ingenieros.

Los valores por definición son buenos y, en general, hay coincidencia en ellos: la paz, el bienestar, la libertad, la familia, la prosperidad, etc. son queridos, defendidos y proclamados incluso por quienes los niegan en la práctica. No cabe duda de que los criminales, los violentos, los «intolerantes», los «terroristas», etc., también se suman a las manifestaciones defendiendo los valores, y participan en partidos, movimientos y oenegés con nobles propósitos. Comprender el arte/ciencia de los beneficios es otro punto de vista, algo mucho más concreto, inmediato y efectivo, que «reivindicar» o «desarrollar el valor-beneficio». El valor es nuestra alma y se desarrolla dejándonos penetrar por el flujo de gracia que constantemente nos regala el espíritu de Dios. Esa es la «antigua y primera política», en la que podemos colaborar «encarnándola». Ese auténtico valor se comunica espontáneamente, por osmosis, por contacto presencial, por vibración interna… Todo lo demás viene por añadidura.

R.– También me interesa sobremanera el beneficio como vínculo entre ciudadanos. El mayor beneficio por el que debemos vivir agradecidos es la capacidad de amar que nos conecta como a las tres Gracias en un ritmo ternario sostenido entre nosotros, la tierra y el cielo. Aquí encuentro la base y el desarrollo tridimensional del mandala de nuestra ciudad interna. La teoría de las Tres Gracias me ha apasionado, así como el tratado De los beneficios de Séneca (…) son puntos clave en el modelo de gestión que persigo, y que en mi libro <Comunicar para compartir , Barcelona 2010> son aspectos que, en cierto modo, ya trabajamos.

De MªJosé:

<<Me ha sorprendido la tremenda actualidad de la doctrina de los beneficios, donde se hace una crítica de las costumbres del momento; y que se proponga un “fortalecimiento del alma”, para la vuelta a los orígenes, ya que ciudad o sociedad es el alma humana.

El enderezamiento será a través de los beneficios, donaciones o regalos, donde la voluntad de los que dan hace que alcance medida de sacrificio o inmolación

Frente a la caducidad de las cosa hay una perennidad de los beneficios”. Esta frase me habla de (…) la perenne actualidad de la Redención de Jesucristo como don recibido por parte del género humano.>>


Hans

escribe unas Intuiciones sobre el entrelazamiento de lasTres Gracias, donde empieza dudando de que exista realmente la belleza interior (la de un gesto, la de una idea) y reconociéndola solamente en “los fenómenos que captan nuestros sentidos”. Tiene la impresión de que “necesita un objeto interno para manifestarse”. – Y sigue- No así el gozo, que a nadie le cabe duda de su interioridad en el sujeto que lo experimenta (…) La belleza produce gozo interior, pero si estamos en la ofuscación raramente es bello lo que nos rodea. Lo que viene a unir ambos, es la bondad. Entendida como «gracia», que supera incluso la mera voluntad sacrificada de hacer el bien, la bondad es un estado del alma que a diferencia de los anteriores, no tiene ningún sentido fuera de su nexo entre lo íntimo y lo que se presenta fuera en la realidad. Da para extenderse mucho, pero diría que el gozo y la belleza están entrelazados por la bondad y que solamente así podemos acercarnos a su explicación. La retórica de Séneca sobre los beneficios, no deja de ser, pienso, una forma práctica de bondad. A diferencia de los estamentos liberales que parten por principio del egoísmo, se parte del bien común. Esto hace que el sistema de libres transacciones siendo muy parecido al liberalismo por su modo de operar, sea radicalmente contrario…”

J.O.: A esta admirable especulación filosófica  estamos todos invitados… La “especulación” la perfeccionamos cuando los símbolos (en este caso las tres doncellas desnudas y enlazadas) nos sirven de espejo (speculum) para reconocer y meditar aspectos de nosotros mismos y del cosmos. Es “filosófica” cuando ya no intentamos construir un “sistema cerrado de pensamiento, que no sea contradictorio” (una filosofía moderna al estilo racionalista, donde se intenta que todo cuadre lógicamente) , antes la utilizamos (la especulación) para hacernos amigos y amantes de la sabiduría (ya que eso significa la «filo-Sofía»), para encarnar reamente el conocimiento y transformarnos a nosotros mismos…

En cuanto a la belleza interior, idea platónica por excelencia, y uno de los principales “nombres divinos” que nos ha legado la tradición… traigo a colación el libro de Edgard Wind, ya citado, que nos explica en clave iconológica (según el célebre estilo del Warburg Institute, que tantos frutos ha aportado a la intelectualidad del siglo XX) esta doctrina, la más rancia de la Academia Florentina. De allí he sacado yo buena parte de lo que expongo sobre las Tres Gracias en La Ciudad Cautiva. Allí podéis encontrar un desarrollo mucho más amplio, en relación con el cuadro entero de Sandro Boticelli, llamado “La Primavera”, a su otro célebre cuadro, el “Nacimiento de Venus” y otros célebre cuadros de nuestra pintura clásica, que Wind utiliza como iconos para ese tipo de meditación en el que nos hallamos, el cual él denomina con el nombre rimbombante “misterios paganos del Renacimiento” (en nuestro caso, los de Venus-Belleza). Reproduzcoaquí la portada del libro y un link con una selección del capítulo VIII, El nacimiento de Venus, cuyo contenido puede interesaros a todos, pese al esfuerzo de tener que navegar entre tanta erudición literaria y pictórica… es el estilo de Wind. Cambiar continuamente de registro intelectual (de dharsana, de “punto de vista”) es parte de las competencias que debemos adquirir para manejar nuestro método analógico y «comparativo».

Encontraréis las páginas seleccionadas aquí.

 

De J.Mª con una  respuesta de J.O. sorbre la justicia :

J.Mª.: “El arte de dar, sea en el plano que sea, tiene en la sociedad tanta importancia como la tiene la justicia, y guarda con esta virtud una relación directa, y aun la supera.” Esta  atrevida afirmación, contenida en el comienzo del capítulo II, guarda una gran verdad y nos muestra a su vez que el hombre puede trascenderse a sí mismo: muchos pueden pensar que no hay nada más allá de la justicia, que debe ser el valor absoluto que rija todo funcionamiento de la ciudad. Incluso si entendemos bien el concepto de justicia (dar al otro lo que es justo para él, no para ), el ser humano siempre puede trascender sus propios límites, y no para perder su sentido, sino para engrandecerse, como en el caso de dar, donde no se espera nada a cambio y se entrega un bien desinteresadamente –incluso puede que a un enemigo- con la seguridad de que si esa acción contribuye a construir un mundo mejor, otra vez seremos nosotros quien recibamos una gracia, y puede que mucho mayor.

J.O.: Quizá quieres decir demasiadas cosas a la vez… Aunque la justicia no es ahora directamente el tema, debemos señalar que esta tiene un carácter natural, es decir; objetivo. No tiene sentido, desde el punto de vista clásico-tradicional en que nos situamos, hablar de “lo que es justo para él” y “lo que es justo para mí”. En la verdadera justicia, a la que se refieren las doctrinas clásicas, ambas cosas coinciden. La justicia es un aspecto de la ley natural, no, una componenda entre intereses contrapuestos (tal como se piensa desde el artificialismo moderno o “maquiaveliano”). De eso hablaremos más adelante.

La acción benéfica es concreta. Sí que, en cierto sentido, contribuye “a un mundo mejor”, pero solamente si tiene impacto directo en el goce satisfecho del beneficiado y del beneficiante concretos.

J.Mª.: Dice Séneca I, Vii:2 : “se agradece mucho más lo que viene de una mano generosa, que lo que viene de una mano llena”. Esta sentencia me sugiere el valor que damos a las cosas de la vida, …lo más sencillo…: una sonrisa, una mirada, unas palabra de aliento… Por último me gustaría reflexionar sobre el que Séneca reconoe a la propiedad, como una función, un medio, para alcanzar el bien común, (…) base de (…) una comunidad-sociedad. Meditando acerca de su discurso, quizá sea más fácil comprender la situación de nuestro mundo contemporáneo, (…) esclavizada por el “yo” y su ansia de poseer…>>

Beatriz escribe:

<<… que son muchas y maravillosas las ideas de esta lectura (…) …que <después de ella> soy una persona diferente: he entendido el verdadero significado de muchas actuaciones de mi vida profesional, y he reflexionado sobre su verdadero sentido. (…) He aprendido cómo se ha de dar: incluso anticipándose a la demanda, con prontitud, sin esperar a ser demandado, porque entonces desmerece el verdadero sentido. (…) Sobre el tema que el goce es menor cuando el beneficio se otorga de forma colectiva,estoy totalmente de acuerdo (…). Que la ingratitud es el peor de los males, es una verdad como un templo, una de las enfermedades de nuestro siglo: nos lleva a la autodestrucción. La frase «ayudar ea los demás es la principal manera en que uno se ayuda a sí mismo»,me hace pensar en las personas que proyectan su vida hacia los demás son inmensamente felices. (…) La trampa y la esclavitud del consumismo, que nos hace sentir tristes y frustrados (…) cómo en Navidad la gente se siente triste…

Durante 25 años en la docencia he hecho mi trabajo lo más efectivamente posible e intentando que mis alumnos aprendiensen y creciesen como personas responsables, pero esta faceta interior no la he proyectado en ellos. Deseo hacerlo a partir de ahora y tener un tiempo diario para ese mandala, que tan necesario es para mi persona.

Mil gracias.>>

De Tatiana, con un comentario de J.O. sobre la riqueza:

“La acción de regalar generosamente, o de beneficiar a alguien por el gusto de hacerlo, ofrece contrastes con la acción de impartir justicia, ya que esto último siempre conlleva obligación y sujeción al derecho, mientras que el beneficio es gratuito y totalmente libre: beneficio y justicia no son equiparables, pues si bien lo primero es un acto voluntario y libre, la justicia lleva consigo un acto de obligación. Pero al mismo tiempo, ambos conceptos deben estar unidos (…) Siguiendo el pensamiento de Séneca, necesitamos comprender y redescubrir el verdadero sentido de la riqueza, recuperar la capacidad de hacer y de recibir correctamente los favores y los regalos, de manera que se fortalezcan tanto el alma individual como el alma colectiva: la riqueza no es algo material, sino que es el saber dar y entregarse a los demás de manera desinteresada. Saber ver y recibir los actos voluntarios de los demás es lo que hace ricas a las personas: esta es la verdadera riqueza del ser humano, y hemos de saber transmitirla a los demás.

J.O.: Tu comentario da en el clavo. El trasfondo de este capítulo II es ayudar a comprender qué es la riqueza y, sobre todo aprender a reconocerla, gozarla y aumentarla en beneficio propio y del prójimo. La “sociedad opulenta” (affluent society) que mediante la revolución moderna hemos creado a lo largo de los últimos siglos, se ha desarrollado a costa de la sabiduría, que hoy tratamos de recuperar. Ésta nos enseña el verdadero sentido de la riqueza/pobreza. Hay que comprenderlas a las dos, porque la verdadera “idea” está siempre más allá de los complementarios. Somos demasiado ricos en unas cosas y demasiado pobres en otras. Riqueza y pobreza pueden ser ambas vicio y virtud. Todo depende de la medida, del nivel y la capacidad de comprensión: en suma, de la sabiduría… “Sólo el sabio es rico, ya que todo lo posee…” dice Séneca. Pero eso ¿lo estamos entendiendo verdaderamente? o estamos todavía con la visión literal y material (la del capitalismo, el liberalismo, el marxismo, el pseudo-franciscanismo, el buenismo tercermundista, etc.). Aquí no se está hablando de una riqueza que se pueda conseguir con ingeniería social ni con “políticas públicas”. Se trata de algo mucho más grande, eficaz y directo: la reforma del pensmiento, el fortalecimiento del ánimo, la recuperación de la bondad y la belleza original de nuestro Ser, que ya es perfecto y existe desde illo tempore. Desde este talante, que también denominamos “arte de la energía”, damos la bienvenida a la riqueza, que incluye la prosperidad material, y el goce de la misma, para cada uno de nosotros, nuestras familias y el prójimo que siempre nos rodea. La sabiduría no tiene forma externa. No es incompatible ni siquiera con la abundancia material. Pobreza y riqueza son esencialmente coincidentes, aunque eso parezca mentira desde el pensamiento dual al que nos han acostumbrado. Sin desprendernos de todo, no podemos empezar a gozar de la abundancia que gratuitamente derrama el Cielo sobre nosotros.

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SOBRE LA COMPLEMENTARIDAD DE

VIRTUD Y PLACER:

Ha sorprendido a Evaristo que “virtud no está reñida con placer.” Volveremos sobre este tema tan importante en el capítulo VI, donde se desarrolla más, a propósito de Santo Tomás Moro. De momento basta con haber señalado esta doctrina tan ortodoxa, defendida por los humanistas (como el cardenal Lorenzo Valla, enterrado en San Juan de Letrán, y gran defensor de la voluptas) en una época en que la ruptura de la cristiandad y el endurecimiento de las conciencias, empezaba a oscurecer para la mayoría el verdadero sentido de la religión. En todo caso el cultivo espiritual es bueno porque aporta a nuestra vida, y a la de quienes nos rodean, un goce mayor. Existe también una jerarquía en los placeres: no todos son igualmente duraderos o satisfactorios. En los grados inferiores se mezclan con el dolor; en los superiores, son pura beatitud permanente y estable, sin mácula de sufrimiento. Ascender en la escala de placeres es imposible sin ayuda de la virtud. La virtud sin placer se aleja de su objetivo, que es el goce en sentido espiritual (gozar de Dios, de su Presencia, su Bondad, su Amor, siempre generosamente disponible para nosotros). Sin duda, la clave se halla en la coincidencia de esta aparente oposición entre complementarios.

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SOBRE LA AUTÉNTICA FILOSOFÍA Y LA ESENCIAL COINCIDENCIA DE LAS DOCTRINAS ANTIGUAS

A Evaristo le “llama especialmente la atención, por (la) formación escolástica y cartesiana recibida, que se dé una fundamental coincidencia en los puntos de partida de los autores clásicos (…)”, que en “los presocráticos, Platón, Aristóteles, los estoicos, epicúreos y cínicos, con sistemas filosóficos distintos unos de otros” podamos hallar “convergencia de los puntos de vista, o enfoques”, que “configuren una tradición”, y podamos “descubrir su complementariedad”.

Sobre eso mismo escribe Juan: “me ha parecido especialmente interesante entender la historia de la filosofía, no como una evolución en el tiempo basada en hipótesis y teorías que se contraponen y se superan, sino como diferentes puntos de vista acerca de un todo que es común, y que todos los filósofos aceptan como verdadero. Esta puntualización ha representado para mí –a pesar de mi formación universitaria como humanista- un giro radical en la concepción de la historia de la filosofía, ya que siempre se me ha presentado desde un punto de vista evolucionista y de contraposición de teorías, enfrentado a las diferentes escuelas y filósofos.”

Ya empezamos a plantear en clase este tema del verdadero sentido de la filosofía (la “antigua”, la que parte del legado tradicional, la encaminada a la sabiduría). Es un tema mportante para eliminar obstáculos a beneficiarse del pensamiento que en LCC denomino “clásico-tradicional”, un método de pensamiento que tratamos de recuperar, y que ha sido desfigurado por eso que se ha dado en llamar “historia de la filosofía”, la cual parte de punto de vista nuevo y especial, que la modernidad ha diseñado para la enseñanza oficial media y “superior”.

Para darse cuenta de este punto de vista especial, hoy corriente entre la mayoría de pensadores académicos y universitarios, hay que comprender (y superar) lo que significa el punto de vista “sistemático”, que lo afecta, limitando el alcance de la indagación y deformando irremediablemente todas las formas de pensamiento anteriores y/o distintos de la modernidad occidental europea. De bo decir, antes de escribir cuatro cosas al respecto, que este tema es el que subyace en toda la trama de LCC, y que el principal método para captarlo es -además de la lectura y la transmisión oral- el trabajo ya encargado con los diccionarios de símbolos, que nos introducen al nuevo/viejo método de pensar con la intuición y el corazón: no sólo con el cerebro.

Aunque parezca mentira, la “filosofía” moderna (o racionalista) se desarrolla sobre todo en Europa a partir de la síntesis del “angélico doctor” Stº Tomás de Aquino. Su sistema racional de doctrina (la escolástica) es una síntesis genial (continuamente la estudiamos, yo la uso y divulgo repetidamente en mi libro, y en la enseñanza universitaria, para la ordenación del pensamiento en el análisis de aspectos doctrinales), pero desde otro punto de vista más importante es peligrosísima, tal como lo reconoció el propio Aquinate. Peligrosa porque distorsiona el pensamiento tradicional (cristiano) en una estructura racional-sistemática (sólo mental); y peligrosa “civilizacionalmente” por toda la “filosofía moderna” que a partir de ella se generó, a saber, el racionalismo y todas las formas ulteriores de “superstición” que afectan la mentalidad moderna.

Hay todo un trabajo de recomposición intelectual que realizamos juntando fragmentos, y viendo la unidad detrás de las aparentes contradicciones. En el caso que nos ocupa –y que no puedo ni soñar en comentar aquí mínimamente por escrito- sería ya un gran paso comprender la idea de “puntos de vista” (en sánscrito, dharsana)aplicable a los fragmentos que nos han llegado del pensamiento precristiano, dejando de proyectarles la visión “sistemática” de la filosofía moderna. Pero hay muchos prejuicios y sombras históricas que dificultan dar este paso intelectual (prejuicios anti-orientales, “parroquialismo” o “etnocentrismo” europeo, imperialismo ideolóico occidental, progresismo mecanicista decimonónico, etc), aunque hoy la documentación y los medios para poderlo dar son abundantes (y aquí el obstáculo es que la “intelectualidad” actual no tiene el tiempo necesario para este tipo de cultivo en profundidad, ni el coraje que hace falta para la radical revisión de esquemas).

…Los fragmentos de los doxógrafos que Diels-Kranz con el célebre título de su obra, Fragmente der Vor-sokratiker (que marca un hito en la filología griega), acuñó este término “presocráticos”, que tanto éxito ha tenido, hasta el extremo de llegar a “inventar” una “filosofía” más, para añadirla al principio del catálogo de aquella  pretendida “historia”. Pero en realidad lo que hizo Diels no fue sinó juntar en un solo libro, los “fragmentos” en cuestión, que él iba recogiendo en los manuales de los doxógrafos bizantinos: nada más (y nada menos!) que de la compilación de frases inconexas, que los gramáticos griegos, en plena época cristiana, utilizaban como ejemplos para ilustrar el buen uso de la lengua griega. El patchwork de fragmentos así obtenido, no da pie a presuponer los distintos y contradictorios “sistemas filosóficos”, que los programas oficiales de enseñanza del siglo XX han dado por establecidos…

Dichos fragmentos de la sabiduría ancestral griega (escritos principalmente por filósofos de las tierras periféricas: el Asia Menor y la Magna Grecia)se iluminan y llenan de sentido cuando podemos aplicarles el método “comparativo”, que yo considero indispensable por las humanidades en general, y por las de nuestra época en particular, tal como lo he explicado repetidamente. La “comparación”, en este caso se refiere a las doctrinas coetáneas de las tradiciones espirituales, que en aquella época colindaban por el lado de Oriente con el mundo griego. Aquí se opone otro prejuicio, hoy casi insoluble en el mundo “intelectual”- académico: la ideología del “milagro griego” (criticada por mi indirectamente a propósito de Fustel de Coulanges, y criticada con mayor autoridad que la mía por otros autores allí citados)que postula la desvinculación de la cultura Europea frente a la espiritualidad de Oriente, afirmando que lo que aparece en determinado momento en la antigua Grecia, es algo que surge “ex nihilo”, original y único, que alcanzará su pleno desarrollo en la modernidad occidental europea del siglo XX. Algo que nos distingue de las restantes civilizaciones de Asia y de la tierra, y nos sitúa espiritualmente en un grado superior y avanzado). Este prejuicio es difícil de desactivar, porque tiene su base en el etnocentrismo espontáneo que viene de la ignorancia, en el desconocimiento de la Antigüedad, y en el olvido de la propia tradición sapiencial (greco-egipcio-romano-judeo-cristiana).

En todo caso, conociendo las doctrinas de Oriente (hinduismo y budismo, principalmente, por lo que atañe al mundo greco-romano) nos percatamos “comparativamente” que al mismo contexto espiritual pertenecen los dichos fragmentos presocráticos, y también el posterior platonismo, y los distintos “ismos” que de el se derivan (incluido también el escepticismo, además de los que cita Evaristo). Reflejan y reproducen fragmentos de las doctrinas espirituales que el hinduismo ordena bajo la división en dharsanas, y el budismo recoge posteriormente en forma de sutras. Hay bibliografía seria, erudita y comprensible, sobre todo eso para el que desee estudiarlo como yo lo he hecho; y para aplicar el método comparativo, también existe la posibilidad, aun mejor, de aprender directamente de los vivientes sócrates, platones, diógenes y sénecas, que son los maestros y portavoces de estas doctrinas espirituales “orientales” que han seguido vivas y activadas hasta hoy y que se hallan al alcance en las grandes ciudades de Oriente y sobre todo de Occidente.

Se olvida demasiado que en la Antigüedad egipcia y greco-romana hubo intenso contacto con Oriente, principalmente Persia, Asia central, e incluso importantes contactos con el Extremo Oriente. Hubo expansión y contactos militares. El más célebre, el de Alejandro, con todas las secuelas coloniales y culturales. Hubo comercio por la Ruta de la Seda, hoy desértica, pero jalonada de impresionantes y cultísimas ciudades, que en época de Marco Polo aún tenían vida bajo forma de oasis, antes de quedar cubiertas por la arena del desierto que en los últimos siglos ha borrado aquella gran e importante ruta de comerció y civilización que atravesava todo este continente (Asia) al que Europa pertenece también. Hubo conacto artístico, como lo han explicado y documentado los grandes expertos del siglo XX, cuyos estudios no han sido incorporados a los manuales de la enseñanza oficial. Hubo sobre todo los continuos viajes de los estudiantes de filosofía y los sabios, siempre los más viajeros y adaptables, y todos ellos visitadores de Oriente, como lo afirman sus escritos y lo recogen las tradiciones antiguas (que los filólogos modernos han negado sistemáticamente (usando del pretendido “método crítico-científico”) y luego silenciado). Muchos de ellos nacieron en Asia Menor, como Dión de Prusa, cuya enseñanza nos servirá de ayuda en el próximo capítulo. Filósofos como él o como su maestro, Diógnes, discípulo de Sócrates, corresponden exactamente al tipo de “filósofo” oriental que hemos podido conocer hasta hoy, cuyos dichos, obras y formas de ver han podido redescubrir los estudiosos occidentales de nuestro tiempo.

Pues bien, en el conocimiento “comparativo” de las doctrinas asiáticas, hoy vivas, puede reconocerse la unidad doctrinal de aquellos “fragmentos de los presocráticos”, así como de la filosofía griega posterior. Tal como pone el cap.I de LCC, hay una parte selecta de la intelectualidad del siglo XX, que ha explicado y documentado abundantemente esta importante herencia cultural de la modernidad, que todavía se acostumbra etiquetar como “filosofía oriental”. Reconectarnos hoy con el tronco de nuestro pensmiento clásico-tradicional (eso que, no hallando mejor denominación para hacerlo comprensible, yo he denominado una y otra vez “el humanismo”, o la “tradición humanista”) comporta aprender “comparativamente” de las grandes civilizaciones y las tradiciones espirituales de las culturas antiguas, arcaicas y primitivas. El método “comparativo”, junto con las claves del lenguaje analógico (la hermenéutica simbólica tradicional) son la manera de ir viendo aquella unidad del pensamiento antiguo que subyace en las aparentes diferencias, contradicciones y escuelas. En el capítulo próximo (III. El arte del gobierno) seguiremos ampliando este tema y profundizando en él.

José Olives Puig

Cardedeu, 25.02.11